La escritura nos aleja de la monotonía de lo cotidiano y nos sumerge en universos de fantasía. Nos permite ser nosotros mismos y explayar lo que sentimos, por eso, demos rienda suelta a lo que somos y a lo que tenemos. No debemos detener la creatividad y guardarla en un frasco hasta que se marchite. Ella espera, siempre latente, a ser develada.
miércoles, 4 de septiembre de 2019
Te cuento de aquellos páramos azules donde vivian las ilusiones y ahora se han ido a descansar. Están parando en los recovecos de Urbania, la ciudad dormida, la ciudad de los pobres y el semanario, la de los callejones y las mascotas olvidadas, la del árbol desnudo en la plaza central, la que alumbra en la penumbra una sombra verde, la de los transeúntes hipnotizados por los faroles de la acera, la de los charcos que discuten a la sombra de un abedul, la de los niños que no lloran y ríen sólo de tarde cuando cae la última ráfaga de luz. Te cuento de aquellos páramos azules donde descansa el silencio...Y las armas son flores.
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