Cuerpo de luz
Apelmazado cuerpo, en posición titánica, desenvolviendo colores. Brilla
más allá de toda presencia, en un horizonte lejano, un hombre sumido en el
silencio, contempla el vasto mundo interno, medita.
Entre las ondas distantes de galaxias, un sonido lo atraviesa, es el
llamado del cosmos que lo reclama como dios creador y él lo sabe, eterno,
paciente, meditabundo, sueña que es otro pero en su propio cuerpo, que es un
espíritu, que ya no es nada, son rayos, esencia, ya no materia, nunca más
materia. Ni hoy ni antes, fue materia.
Una ráfaga de viento lo desarma y dirige sus pensamientos entre los
resquicios del tiempo, ya no hay tiempo tampoco, el tiempo vacío no es tiempo,
la cárcel del alma es el tiempo y el cuerpo es el tiempo apresado en las
entrañas.
No hay adonde ir en este plano, somos eternos viajeros de un estallido
perenne. Más allá de las cifras se esconde el canto del alba y en aquel sitio
extraño descansa el orden supremo, la mística cábala, el sabio sendero, la luz
de las luces algo me dice que nadie es de nada.
Los rayos eternos ciegan las almas, en el paso de planos tu voz ya se
apaga. Nada te vale, de nada te agarras, todo lo sueltas como viene la calma.
El hombre se yergue ante la sombra
flaca,
Ya nadie lo desvela,
Despunta el alba.
Un ruido suave, una voz lo levanta.
La sinfonía de la vida llega cuando
avanzas.
Despierta del letargo su mirada
clavada,
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