miércoles, 25 de marzo de 2009

Cuando el hombre cotidiano...



Cuando el hombre cotidiano, cansado de su lucha eterna, decide trascender las fronteras de la monotonía, busca refugio en los vaivenes del destino, como queriendo atravesar una línea invisible y hacerse participe del camino. En la sinrazón de la lucha intestina encuentra la paz de su espíritu. Busca, hombre, aquel camino que corresponde a tu dicha, hazte responsable de los aciertos y los errores, que verás aparecer en el horizonte de la melancolía la nítida luz del alba.



Marcadas estaciones de frío y sudor alientan la lucha, continua y sin pausa, derribando muros de imprecisiones se acerca a la escena final, descuelga el velo que tapa la cruda visión de una realidad saturada de diversos matices. Extraña algarabía de ignorantes a sueldo y comisión, ¡ya basta de la mentira!...¡ya basta de ti!...¡ya basta de nada!...¡ya basta de todo!. Mundo sumido en la sinergia de una rueda sangrante, colapsado por explosiones sintomáticas de cobardía, ¿ A donde estás presente? ¿a dónde irás futuro?...nadie sabe de ti...sin ti, no sabe nadie. Bailarás en la escena transeúnte por miles de años, hasta hallarte. Comerás de la carne que los demás comen, aunque te sepa agria y desnuda en tu paladar. Y te preguntas:¿Será la lógica escueta, de los no sabiondos, el lugar exacto?. Parado en la simplicidad de los días que se esfuman, te enrareces. Buscando un consuelo entre tantas vicisitudes, se va la vida. Pero allá a lo lejos, de la mano con la esperanza, asomas tú, febo naranja. De las nubes estrepitosas, al calor de las sombras, despiertas cada mañana. Iluminas la vastedad de la naturaleza y los corazones afligidos, descubres pasiones, desvelas mendigos. Rostros sin tiempo acuden a las avenidas y estás allí, perenne, indeciso. Caras blancas, portones macizos, lamentos lejanos de algún niño. Sigues rodando, por las calles de un barrio antiguo. Ya no caben más preguntas en tus bolsillos. Decides rendirte ante tal hastío, y ya no cuestionas, haz vencido.













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